16 octubre, 2007

Dos manos: un corazón

No creo que necesite decirte qué me falta. Mis ojos no dicen más que tu nombre enredado en miedo. No sé si surge del estanque de las cosas o del marco de este cuadro, pero un vacío está arrastrando dos almas al camino distante, donde se pierde la magia, donde las preguntas se quedan sin saciar.


Tal vez me dirás que es sólo un altibajo del momento, sin embargo, algo en mí se pone sobre aviso diciendo: “si detienes el tiempo, no es suficiente para los dos, ambos tienen que hacerlo”.

Si tus carencias corresponden con las mías, no entiendo la incertidumbre. Esa sensación no penetra en lo real, sólo se apodera del espejismo. Y es que la imaginación se hace corta en la cabida de divagaciones cuando el amor es mutuo. Un beso, una cita, un correr y un atajo van muy de la mano en el unísono de un corazón.


No basta decir “te quiero”. La base es una muestra de ternura, con la más simple, pero también más importante acción: “el unir de dos manos, que en un momento se confrontaban con el viento solas y hoy cuentan con un sostén que sin palabras se entremezcla conformando la sincronía”.

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